viernes, 19 de diciembre de 2008

COMPARACION Y VALORACION DE TEORIAS

“Comparación y valoración de teorías”, en Campbell, T.: Siete Teorías de la Sociedad.

Campbell Tom (1992):
Madrid: Cátedra. Pp. 39-66.

MATERIAL CONSTRUCCION DE TEORIAS
DRA. BELKIS BALLESTER

NOTA: igual que la lectura anterior, ésta establece el concepto y los rasgos de las teorías bajo la referencia de los desarrollos en el área social. Al final, propone ciertas condiciones de adecuación de toda teoría, que en esta transcripción sólo se indican, omitiéndose el desarrollo de cada una de esas condiciones. Para eventuales ampliaciones, remitimos al original.
En el capítulo primero he planteado la naturaleza confusa que tiene la realidad social y he establecido un esquema para analizar las teorías de la sociedad dividiéndolas en partes que pueden utilizarse para su exposición y discusión. En la segunda parte veremos que este esquema se ajusta mejor a algunas teorías que a otras porque cada teoría tiene énfasis y presuposiciones particulares, pero se demostrará que es un recurso expositivo útil considerar primero el enfoque general y el método que cada teórico defiende, para pasar más tarde a la idea que tiene de la naturaleza humana, las descripciones que le son características y las explicaciones que hace de los procesos sociales, continuando después con un examen de las implicaciones prácticas que pueda tener la teoría. Aplicar este patrón a cada teoría nos ayudará a compararlas y a valorar la relatividad de sus métodos. Ya que identificar las diferencias que existen entre las teorías de la sociedad tiene poco sentido porque nos perdemos en cuanto tenemos que elegir entre ellas, completaré el estudio que hago de cada teoría intentando aclarar sus puntos fuertes y débiles y hasta dónde pueden defenderse contra sus críticos indicando por qué se ha abandonado, modificado o desarrollado a la luz del criticismo.
En este segundo capítulo introductorio expondré las principales divergencias que existen entre los teóricos y presentaré algunas escalas o parámetros de divergencia con los que podemos situar cada teoría. Pasaré más tarde al elemento crítico de nuestra tarea estableciendo los criterios que esperamos que una buena teoría debe satisfacer y mencionaré algunos de los errores comunes en los que tienden a caer los teóricos. De este modo, disponiendo de algunos instrumentos comparativos y críticos, procederé entonces al análisis y valoración de las teorías.

PARÁMETROS SOCIOLÓGICOS

Una sociedad -o un grupo que se dé dentro de la sociedad- es una forma de orden: implica la existencia de unos patrones de interacciones que de forma regular se repiten en los seres humanos. Este orden no es necesario que se dé sin conflicto alguno o incluso sin violencia, y su alcance varía claramente de sociedad en sociedad. Pero si las interacciones humanas no están modeladas de algún modo entonces no forman parte de una sociedad. Yo he indicado esto señalando que una sociedad no es simplemente un conjunto o reunión de seres humanos, sino de un agrupamiento ordenado a través de unas regularidades discernibles de interacción.
Trascender tales afirmaciones generales significa que los teóricos no se ponen muy de acuerdo sobre la naturaleza de los fenómenos sociales. Una gran parte de los teóricos afirman que las sociedades humanas, a diferencia de las animales, dependen muy poco de los patrones de conducta que han heredado genéticamente (sin embargo, véase la discusión que lleva a cabo la sociobiología, págs. 111-113). Muchos teóricos enfatizan la significación social que tienen las distintivas capacidades humanas, como, por ejemplo, el habla y la racionalidad, que hacen que los hombres aprendan y alteren los estándares de conducta que se espera que tengan y las actitudes que prevalecen dentro de su propio grupo particular. Esto lleva a la idea de que una sociedad se constituye por las reglas o normas que se expresan en sus códigos morales y legales, convenciones morales y preceptos religiosos. Esta idea se expresa diciendo que la sociedad humana se basa en la cultura y no en el instinto.

Pero aunque esto suministre un fundamento común para muchos teóricos sociales, la idea de que una sociedad es esencialmente un orden normativo de prohibiciones y prescripciones que se transmite socialmente es un tema de discusión entre aquellos que consideran que las normas sociales tienen menor significación o son los productos de otros factores, pretendidamente básicos, como, por ejemplo, las necesidades biológicas o las fuerzas económicas.
El hecho de que exista un desacuerdo tan radical acerca de los fundamentos hace que sea difícil e infructuoso intentar formular un núcleo común de las doctrinas sociológicas. No existe una teoría social que haya sido establecida mediante el consenso. No obstante, pueden indicarse algunas dimensiones o parámetros en cuyos términos puedan compararse entre sí las teorías. Esto no hace que nos comprometamos con la idea de que la teoría “correcta” deba significar algún tipo de compromiso entre las polaridades que tiene cada dimensión. En esta sección optaré por este enfoque y sugeriré algunos de los parámetros que pueden desarrollarse para sacar a relucir las principales diferencias que hay entre las teorías sociales.

Utilizo el término parámetro para referirme a un gran eje o área donde podemos situar un factor específico o un elemento de una teoría y determinar así la relación que tiene con cualesquiera de las dos posturas extremas que representan los fines opuestos de su única pero gran dimensión. Los parámetros sirven de ayuda en teoría social por tres razones. En primer lugar, hay pocas teorías sociales que puedan encasillarse en unos compartimientos que se diferencien de forma nítida. Se nos ofrecen algunos “o esto o lo otro” y “mucho más o menos”. (Por ejemplo, casi todas las teorías son “individualistas” hasta cierto punto.) Sirve de ayuda, por lo tanto, tener un esquema de interpretación que dé esto por supuesto. En segundo lugar, las teorías sociales no pueden situarse en una simple escala o “estrecha” dimensión que pudiera representarse por la línea recta que existe entre dos polaridades que están claramente definidas. Esto se debe a la variedad que existe entre los diferentes subtipos que se dan. (Por ejemplo, hay muchas versiones diferentes del “individualismo” y del “holismo”, por lo que no puede darse ninguna oposición que sea clara o simple entre estas dos posturas que son generalmente conflictivas). El concepto de parámetro intenta aprehender esta idea de espacio lógico dentro del cual pueden situarse los elementos de una teoría. En tercer lugar, el concepto de parámetros sociológicos hace que podamos hacer resaltar el hecho de que teorías que difieren en algunos aspectos sean muy similares en otros. Muchas variables sociológicas son relativamente independientes entre sí. Es mejor que consideremos, por lo tanto, una teoría social en términos de un número de diferentes divergencias, que nos contentemos más bien con la cruda etiqueta de la teoría como un todo. Esto sirve para que prestemos atención a algunas similitudes inesperadas así como a unas diferencias que son evidentes y que se dan entre las teorías.
La elección que he hecho de los parámetros es personal. Es cierto que sería fácil añadir muchos más a la lista que he establecido. Pero los que he elegido proveen al menos una base inicial para analizar, comparar y valorar las teorías sociales. Ya hemos tratado algunos en el capítulo primero, pero iremos construyendo otros sobre la marcha.

1. El parámetro idealista-materialista
Una de las divergencias más fundamentales que se dan en teoría social es la que surge entre aquellos que piensan que las sociedades humanas son una expresión del espíritu o conciencia y los que estudian las sociedades en términos de propiedades físicas o materiales. Los primeros pueden denominarse idealistas sociológicos, los segundos materialistas sociológicos. Las etiquetas “idealista” o “materialista” no se utilizan aquí en un sentido moral o valorativo por el cual un “idealista” es el que tiene unas altas aspiraciones morales un “materialista” alguien a quien sólo le importa el dinero o las posesiones. Para nuestros propósitos estas etiquetas describen en el primer caso a quienes creen que la realidad social consiste principalmente en ideas (los “idealistas”) y en el otro, aquellos que piensan que es un tipo de materia (los “materialistas”).
Una de las características más enigmáticas de la experiencia humana es la aparente dicotomía que existe entre el espíritu y la materia. El pensamiento, los sentimientos y las decisiones -los contenidos de conciencia- parecen que son tipos de cosas completamente diferentes de las entidades materiales, bien sean sólidos, fluidos, gases o partículas electrónicas. Por ejemplo, no podemos imaginarnos lo que significa tocar un pensamiento, medir el tamaño de un sentimiento, medir el tamaño de un sentimiento o determinar la masa de una decisión. Tenemos conciencia de los objetos materiales, pero la conciencia en sí no parece que sea un objeto tangible. De aquí el aparente abismo que existe entre la experiencia subjetiva o conciencia y el mundo objetivo de los objetos materiales.

Los seres humanos tienen cuerpo y forman, por tanto, parte del reino de la materia, pero tiene también espíritu, sentimiento y voluntad, y forman parte, por lo tanto, de lo que parece ser un tipo de realidad espiritual completamente diferente. Este aparente dualismo de la naturaleza humana subyace en las discusiones que se llevan a cabo entre los idealistas filosóficos; los últimos sostienen que, en último término, todo, incluso la conciencia, puede reducirse a las características de los objetos materiales que son, de hecho, las únicas cosas reales que hay en el universo. Los idealistas filosóficos adoptan la línea opuesta y afirman que la materia sólo existe en el espíritu de un ser que percibe y piensa, bien sea dios u hombre, de manera que en última instancia sólo puede decirse de forma apropiada que existen los espíritus.
EI sentido común parece que está a favor de una postura de compromiso (denominada dualismo filosófico) que acepta la realidad tanto del espíritu como de la materia. Pero el dualismo se encuentra de nuevo ante la dificultad de tener que explicar cómo interactúan entre sí tipos de entidades que son tan diferentes como el espíritu y la materia. ¿Cómo puede una cosa que es invisible, incuantificable e intangible como un sentimiento afectar a una substancia visible, mensurable y palpable como es un músculo, y viceversa? ¿Qué influencia mutua podría haber entre esos dos tipos de ser tan diferentes?
Si el sentido común dualista acepta simplemente como un hecho innegable que existe tal interacción entre el espíritu y la materia esto deja sin resolver otra cuestión importante, a saber, la relativa importancia que tienen estos dos tipos de realidad diferentes en su interacción mutua. ¿Domina el espíritu a la materia, o la materia al espíritu? ?¿Estamos tratando dos entidades que son igualmente importantes e influyentes? Cuando responden tales cuestiones los dualistas tienden o bien hacia el idealismo haciendo del espíritu el factor controlador, o bien hacia el materialismo enfatizando el poder que tiene la materia sobre el espíritu. En lo que a esto se refiere, podemos ver que pueden darse una variedad de posibles posturas entre el idealismo puro y el materialismo puro.
El contraste entre idealismo y materialismo surge en teoría social con la división que existe entre aquellos que piensan que la sociedad es principalmente un fenómeno mental que se analiza en términos de pensamientos, sentimientos y divisiones (los idealistas sociológicos) . Hablando estrictamente el idealista sociológico se adapta a menudo a aquellos fenómenos mentales a los que se refiere como normas sociales, esto es, aquellas reglas de las que son conscientes los miembros de una sociedad y por las que dirigen la conducta que tiene entre sí. Este tiende a considerar que el orden social se gobierna por medio de reglas y, por lo tanto, como un fenómeno mental más bien que físico.

Utilizando el concepto de norma social el idealista puede pensar que la sociedad es el conjunto de reglas, roles e instituciones. Algunas normas sociales, como, por ejemplo las prohibiciones de matar a otros seres humanos o robarles su propiedad, afectan generalmente a todos los miembros de una sociedad, pero en otras los derechos y obligaciones concernientes afectan sólo a cierta clase o tipo de persona, como, por ejemplo, los padres, los terratenientes o los choferes. Cuando un número de normas sociales afecta a cierto tipo de persona entonces se considera que es normal hablar de “rol” social, entendiendo por esto la postura que tiene el individuo a quien se aplica un conjunto de derechos y obligaciones. Por lo tanto, los terratenientes tienen normalmente ciertas obligaciones relacionadas con su territorio, como por ejemplo, el derecho a utilizarlo alterarlo o venderlo. Los hijos, al crecer, adquieren ciertas obligaciones dentro de la familia, al igual que ciertos derechos, como por ejemplo, el derecho a una educación. Por consiguiente, los soldados, carteros, políticos, gerentes, profesores, y así sucesivamente, cada cual tiene un conjunto característico de derechos y obligaciones.

La idea de rol como aquella parte que llevan a cabo las personas que defienden un tipo de postura particular en la sociedad es la idea que un idealista sociológico puede utilizar para construir la noción de la estructura social -término que se da al marco normativo al que se ajustan los individuos en tanto en cuanto forman parte de un orden social-. El conjunto de los derechos y obligaciones que se adhiere a cada postura es complementario y prevé de este modo una base para que se dé una colaboración entre aquellas posturas que lo forman, las cuales, aunque sean diferentes, están relacionadas. Los hijos, madres, padres, tías, tíos y así sucesivamente, ocupan puestos cuyos derechos y obligaciones se ensamblan para formar “la institución” de la familia, ya que cada cual forma parte de un patrón de relaciones que sostiene una forma de coexistencia y cooperación en viviendas unifamiliares. Lo mismo sucede en otras instituciones como, por ejemplo, las empresas (formadas por los roles del director, trabajador, accionista, etc.), y un club (con sus socios, miembros del comité, presidentes, etc.).
Por lo tanto, a partir de la idea de que existe una persona que cumple, o que está obligada a algo por una regla, y extendiendo esto a la idea de una persona que ocupa un puesto o rol que tiene varios derechos y obligaciones, y que forma parte, por lo tanto, de algo que implica que hay que comportarse de una forma que hay está reglamentada por reglas en lo referente a otras personas que tienen otros roles que están interconectados con su rol, constituyendo así una institución, un idealista sociológico puede llegar a la idea de estructura social como la totalidad de tales medidas institucionales. Algo parecido puede encontrarse en la síntesis que hace Talcott Parsons de las ideas de Durkheim y Weber.

Los idealistas sociológicos no son los únicos que desarrollan las nociones de normas sociales, roles sociales e instituciones sociales. Lo característico de su postura es que piensan que esta estructura normativa debe entenderse que forma parte de un reino mental o espiritual que tiene vida y naturaleza propias. Esto tiene como consecuencia la pretensión “ontológica” de que las normas sociales tienen una existencia no material y la tesis que explica que tales normas sociales contribuyen importante y abrumadoramente a los logros de las sociedades humanas.
En esto se oponen a dos tipos de materialistas. En primer lugar se encuentra el “conductista”, que sostiene que los enunciados sobre las supuestas entidades mentales hacen referencia realmente a la conducta observable: de este modo, un motivo se convierte en la disposición a comportarse de cierto modo y un sentimiento, como, por ejemplo, la felicidad, se equipara a las contracciones musculares, como, por ejemplo, las que están implicadas al sonreír. Para el conductista las normas sociales consisten en patrones regulares de conducta que pueden observarse públicamente, particularmente la regular aplicación de la presión psicológica o el castigo físico que impone a aquellos individuos que transgreden los patrones normales. Esto elimina las normas sociales de la esfera ideal.

Una segunda postura, más débil, que puede también denominarse materialista, no reduce las normas sociales a categorías materiales, sino que evita el orden normativo, bien sea afirmando que las normas sociales son meras expresiones de factores materiales subyacentes (postura que se denomina “epifenomenismo” cuando se discute entre las versiones filosóficas del idealismo y del materialismo), o afirmando que tienen poca importancia en lo referente a los determinantes decisivos de la conducta social. Esto significa aceptar la postura ontológica que defienden las normas sociales idealistas, pero negar que tenga un significado explicativo en teoría social.
Por lo tanto, Marx es definitivamente un materialista, pero sólo en el sentido más débil ya que considera que todas las reglas morales, religiosas y legales expresan los intereses materiales de la clase social dominante. Pero no niega la existencia de la conciencia y la idealidad de las creencias normativas. Hobbes es totalmente un materialista en el sentido fuerte, ya que intenta dar cuenta de todo, incluyendo los procesos psicológicos, como “materia de movimiento”.
En el otro extremo, Schutz, considerando las ideas de Weber, es de nuestros siete teóricos quien más se aproxima a la postura idealista, por lo menos en lo referente a la primacía de la conciencia.

2. El parámetro descriptivo-normativo
Casi todas las teorías intentan no sólo decirnos lo que es la sociedad, sino que hacen también recomendaciones para mejorarla. Lo primero es el elemento real o “descriptivo” de una teoría, lo segundo el “normativo”, “prescriptivo” o “evaluativo”. Las teorías difieren según estén a favor o en contra de uno u otro, y por esta razón podemos hablar de un parámetro des descriptivo-normativo.

EI término “normativo”, tiene que utilizarse con cuidado. La sociedad idealista es por definición un orden normativo y todas las teorías tienen y que ver hasta cierto punto con las normas. Los teóricos sociales, según hemos notado difieren entre sí sobre lo que son las normas: si, por ejemplo, han, de ser amenazas u objetos de intuiciones racionales, pero todos ellos tienden de algún modo a describir la naturaleza, el contenido y el funcionamiento de las normas, y deben ofrecernos alguna información acerca de las normas sociales que se cumplen en sociedades particulares. En este sentido todas las teorías sociales son normativas. Pero, describir normas no es igual que realizar un enunciado normativo, al igual que describir un juego tampoco es jugarlo, por lo tanto, reservaré el término “normativo” para afirmar el tipo de normas y conducta que acontecen cuando nos comprometemos a hablar de moralidad, por ejemplo, salvo cuando nos preguntamos qué debemos hacer, cuando esto implica que nos preguntamos no lo que de hecho se espera de nosotros. Tales cuestiones no pueden responderse sin adoptar cierto estándar o ideal de lo que deberían ser ciertas relaciones sociales o la conducta individual.
Es una cuestión complicada de filosofía práctica saber dónde marcar exactamente el límite que existe entre las aserciones descriptivas y las normativas. Lo más normal es distinguir entre los enunciados de hecho que pueden verificarse y cualquier tipo de recomendación. La dificultad que tiene determinar dónde debe marcarse exactamente el límite que existe entre las aserciones descriptivas y las normativas aumenta, sin embargo, en vez de disminuir, la importancia que tiene distinguir entre los dos tipos de aserción porque el tipo de evidencia que es relevante para la prueba de los enunciados descriptivos es muy diferente del tipo que trata de justificar las aserciones normativas.
Teóricos sociales premodernos como Aristóteles, Hobbes y Smith no le dan mucha importancia al parámetro descriptivo-normativo e incorporan alegremente una medida de prescripción en sus teorías. En cambio, teóricos modernos como Marx, Durkheim y Weber intentan depurar sus teorías de todos los elementos normativos y presentan un sistema de pensamiento que es puramente descriptivo.

3. El parámetro individualista-holista
La diferencia quizás más fundamental y persistente que existe entre las teorías sociales es la significación que se atribuye a las características del individuo humano por contraste con las cualidades de los grupos o de la sociedad considerada como un todo en lo concerniente a la explicación de la conducta.

Ya hemos notado, al comparar a Hobbes y Durkheim, que Hobbes es un “individualista” en tanto que deduce toda la organización social de las propiedades que tienen los seres humanos individuales autónomos, personas formadas completa e independientemente de sus relaciones sociales; por otro lado, Durkheim es un “holista” porque considera que la sociedad es una forma independiente que da forma y substancia a la vida de la persona individual.
La diferencia que hay entre las teorías individualistas y las holistas elimina la que existe entre la descripción y la valoración porque el individualismo puede ser o una tesis descriptiva o una valorativa, valorativamente, el individualista mantiene que sólo tienen importancia los individuos: los intereses, deseos y felicidad del individuo es lo que cuenta a la hora de determinar las prioridades morales y políticas. En sí mismo, esto puede apenas discutirse a menos que se especifique más la tesis valorativa diciendo que lo que importa de los individuos es su “individualismo”, entendiendo por esto que poseen las cualidades de distinción, diferencia e interdependencia de otros, o ser autosuficientes y tener éxito en situaciones competitivas. Sin embargo, se puede aceptar -como hace incluso Marx- la idea general de que, hablando moralmente, sólo cuentan los individuos sin tener que adherirse a los valores de lo que puede denominarse como individualismo “vigoroso”, o competitivo que defiende la ideología “liberal” extrema por contraste con el individualismo más socialista que enfatiza la naturaleza esencialmente cooperativa de la autorrealización humana.

En su aspecto descriptivo, el individualismo es bastante complejo. Su tesis central es que la conducta de los individuos se explica al final en términos de una teoría de la naturaleza humana mejor que haciendo referencia a una teoría de la sociedad. La contienda central de lo que se denomina “individualismo metodológico” es que los fenómenos sociales, cualquiera que sea su descripción, se explican sólo haciendo referencia a las intenciones, motivos y atributos de los individuos, mientras que el “holismo metodológico”, en su forma más extrema, adopta el punto de vista opuesto y afirma que todas las explicaciones sociales terminan en hechos sobre las sociedades, como, por ejemplo, el grado de población, la extensión de la división del trabajo, y así sucesivamente. En este punto es donde nos encontramos el contraste más evidente que existe entre el individualismo de Hobbes y Smith por un lado y el holismo de Durkheim y Marx por otro.

4. El parámetro consenso-conflicto
Referente a este parámetro, en uno de sus extremos se encuentran aquellas teorías que defienden que la sociedad es el resultado del conflicto organizado y la competición -bien sea entre individuos o entre grupos- que está determinado por las diferentes formas de poder o coacción, bien sea económica, política o “espiritual”. En el otro extremo se encuentran aquellas teorías que consideran que el conflicto es sólo un problema superficial que oscurece grandes áreas del acuerdo o consenso por el que establecen los valores básicos y los principales modos de organización social.
El parámetro consenso-conflicto está estrechamente vinculado al concepto de poder o a la capacidad de obtener la condescendencia a nuestros deseos frente a quienes se oponen a esos deseos. Ejemplos evidentes de esto son el uso de la fuerza o del dinero. Mientras que las teorías del conflicto enfatizan el poder (la capacidad de obtener condescendencia a nuestra voluntad frente a quienes se oponen), las teorías del consenso defienden más la idea de autoridad (el derecho a establecer reglas y a exigir que se obedezcan).

5. El parámetro positivista-interpretativo
Este parámetro trata las suposiciones que hacen los teóricos acerca del tipo de explicación que conviene a los fenómenos sociales. Los positivistas, es necesario recordar, consideran que el enfoque que se hace de los fenómenos sociales no debería diferenciarse en principio del que se adopta para los fenómenos naturales o no sociales.
Una alternativa a esto es el enfoque que interpreta la conducta social a la luz del significado que le atribuyen los participantes. Esto implica darse cuenta de las intenciones, motivos y razones de los agentes sociales y explicar su comportamiento en términos de sus creencias y valores. Esto se supone que nos ayude a comprender los fenómenos sociales sin tener que reducirlos a un encasillamiento causal, ya que podemos apreciar las razones o motivos que alguien tiene para actuar sin tener que mantener que las causas su acción fueron tales. Este modo alternativo de explicación derivado de la significatividad que tiene la conducta humana se denomina “interpretativo”. Su objetivo es describir los fenómenos sociales para que podamos comprenderlos cómo lo hacen, al menos en principio, los mismos agentes, pero, hablando sinceramente, este tipo de conocimiento puede observarse por el espectador.

CRITERIOS CRÍTICOS
Cada teórico desarrolla su propio marco conceptual abstracto a través del cual elige y presenta los hechos sociales que considera significativos, y formula el tipo de explicaciones y recomendaciones que le satisfacen moral e intelectualmente. Las teorías están siempre abiertas al criticismo ya que siempre pueden refutarse porque implican generalizaciones empíricas; sin embargo, los detallados fracasos empíricos puede que no tengan una importancia crucial para la teoría considerada como un todo, y el enfoque general del estudio que se hace de la sociedad puede quedar completamente indiferente ante la nueva evidencia empírica que puede adaptarse generalmente a la teoría haciendo pequeñas modificaciones.
Los teóricos tienden a identificar un aspecto que les sea familiar de la vida social dentro de su propia sociedad e intentando ver que los fenómenos sociales son reducibles a esto mismo. Veremos que existen muchos ejemplos de la estrechez de miras qué resulta de todo esto y que hace que se lleve a cabo una simplificación en exceso.
El peligro opuesto a una teoría social es la extrema generalidad que conduce a la vacuidad cuando los conceptos amorfos y mal definidos se utilizan para cubrir muchas cosas diferentes que no tienen ningún aspecto explicativo que sea significativo. Esto sucede, por ejemplo, cuando todos los males de la moderna sociedad industrial se acumulan y se considera que son manifestaciones de la condición “alienada” del hombre.
Es posible que cualquier teoría de la sociedad que intente abarcar en exceso caerá dentro de estos dos errores de estrechez de miras y vacuidad y al final podrá corroborarse sólo observando cómo funciona la generación de los detallados estudios empíricos particulares que demuestren tener alguna relación con los intereses humanos en curso. No obstante, puede hacerse una lista con los criterios y errores comunes de los que tenemos que cuidarnos cuando examinemos cada teoría y que nos ayudarán por lo menos a desarrollar algunas actitudes sobre ellos que se fundamenten racionalmente:
1. Claridad
2. Consistencia
3. Adecuación empírica
4. Adecuación explicativa
5. Racionalidad normativa

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