viernes, 12 de junio de 2009

UNA INTELECCION A LA LECTURA DE MORIN Y TEDESCO

ELECTIVA “PROBLEMATIZACION DE LA EDUCACION”
FACILITADOR: DR. ARGENIS AGÜERO
PARTICIPANTES: GUERRA, PILAR; GUTIERREZ MARIO y QUIÑONES, YOSMAR
San Carlos, 12 de junio de 2009

Ensayo
Una Intelección a las lecturas de Morín y Tedesco

El interés por ejercitar la comprensión de las lecturas de Morín y Tedesco, permite traer al presente los postulados que en el campo educativo planteó Confucio a la sociedad china en el año 497 a.c. y que hoy 25 siglos después se percibe la analogía de los autores con la intencionalidad de replantear los retos y desafíos que la educación en el siglo XXI debe acometer para impulsar un nuevo ciudadano, un nuevo hombre. “Una sociedad nueva demanda la formación de una persona nueva”, ha señalado las Naciones Unidas a través del Proyecto Milenio (2005).

La vinculación se considera relevante establecerla, por cuanto, los “siete saberes para la educación del futuro”(2000) y “los pilares de la educación del futuro”(2002), en su esencia persiguen gestionar e impulsar un repensar del hombre, de su participación, de reconocerse como individuo integrante de una sociedad, de respetar al otro desde la diferencia. A pesar de los siglos que separan dichas proposiciones, no es menos cierta la semejanza que guardan con la convicción de que la educación es para todos y constituye una importante manera de solucionar los problemas del hombre y de la sociedad, preocupación que trasciende políticas educativas locales, regionales y hemisféricas.

La doctrina del filósofo oriental significó una revolución pedagógica al identificar a la educación con el desarrollo individual, porque refleja la personalidad moral del hombre. Para Confucio la única educación que existe es la educación moral que es la única clave para la paz y en las obras de Morín y Tedesco persiste la inquietud por legar en el hombre los cambios que debe emprender desde la educación. Se aprecia, entonces, un futuro abrigado de incertidumbres y “sorpresas inevitables”, que demanda una educación cuyas herramientas permitan enfrentar los “errores e ilusiones del conocimiento”.

Por un lado, el pensador de las luciérnagas más luminosas, el francés Morín (1921), propone desarrollar un método complejo de pensar la experiencia humana, la corresponsabilidad en la construcción individual y colectiva del destino que está en juego; todo hecho importante debe ser analizado en su contexto, social, es decir, se tiene que tomar en cuenta un mundo total. Morín habla de una reforma del pensamiento y en consecuencia, de una reforma educativa para lo cual plantea “los 7 saberes necesarios para la educación del futuro”, aunado a ello, distingue educación y enseñanza, siendo ésta última la comprensión de la humana condición, con miras a favorecer una manera de pensar libre, deliberativa, consciente, con consecuencias morales y éticas.

En “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, se citan los saberes que han sido abordados por el hombre a lo largo de su devenir, sin embargo, urge ser retomados para promover valores y principios en educación que hagan posible optimizar la formación humana ante los retos del siglo XXI, una búsqueda civilizatoria que debe ser atendida, entre ellos, “las cegueras del conocimiento y la razón”, “los principios del conocimiento pertinente”, “enseñar la condición humana”, “enseñar la identidad terrenal”, “enfrentar las incertidumbres”, “enseñar a comprender” y finalmente, “la ética del género humano”.

El autor plantea en su discurso que “El conocimiento en forma de palabra, de idea, de teoría, es el fruto de una traducción/reconstrucción mediada por el lenguaje y el pensamiento y por ende conoce el riesgo de error”. De esta manera, el conocimiento involucra procesos interpretativos los cuales no escapan de equivocaciones producto de ideas mal concebidas, las cuales generan acciones erróneas de índole mental, intelectual o de la razón.

Sostiene que el conocimiento, convive con el error y la ilusión, los cuales son adquiridos a través de la cultura familiar, comunitaria, escolar o en el desempeño profesional. Y los mismos, pueden enfrentarse a medida que emerjan paradigmas educativos, que articulen y organicen la pertinencia del conocimiento, ubicado dentro un contexto, cuyas informaciones y elementos adquieran sentido, atendiendo a las biológicas, síquicas, sociales, afectivas y racionales, propias del ser humano.

Sin embargo, sugiere que para educar a los niños del siglo XXI, se debe introducir una educación más poderosa que el desarrollo económico, es decir, una educación que desarrolle el intelecto, la afectividad y la moralidad donde se perciban los problemas, y se fomenten auténticos sentimientos de pertenencia al planeta Tierra, considerada como última y primera patria, donde aprendan a pensar considerando los factores cósmicos, físicos, terrestres y humanos.

Otro de los criterios establecidos, es la necesidad de fomentar en el estudiante el hábito de pensar, reflexionar, observar, discutir, preguntar, analizar, percatarse, formular ideas y luego confrontarlas en el hacer y actuar para, al finalizar, reiniciar el ciclo en una espiral de autoaprendizaje permanente. Donde se practiquen los procesos de transferencia y aprehensión de conocimientos como elementos centrales de la educación, es decir, se ha de incluir y estimular la evolución crítica del estudiante sobre el conocimiento que se le transfiere, al contextualizarlo y relacionarlo con sus propias experiencias de vida y con otras informaciones que él mismo debe aportar. Previendo riesgos y situaciones inesperadas e inciertas.

Por último, recomienda la incorporación de una misión antropológica consistente humanizar a la humanidad, obedeciendo la vida a la vez que guiarla, ya que la la educación debe conducir a un proceso constante de interacción y comunicación entre el individuo-la sociedad-y la especie; cada ser humano, donde se conciba la condición humana como comunidad planetaria, en la cual ya no sólo es importante lo terrestre como influencia en el hombre, sino el universo como potencialidad compleja e incierta de nuevos escenarios humanos.

Saber 1, “La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión”. Morin inicia sus reflexiones cuestionando la educación en razón de que no ha proyectado sus instrumentos persuasivos en motivar a las personas a conocer “que es conocer”, es decir, la persona va comprendiendo la vida y sus relaciones como producto de ideas vagas y superficiales, no atendiendo a interpretar la realidad por sí misma. Es necesario desarrollar un estudio de las características biológicas y humanas de los procesos mentales del hombre para ver el entorno y sus relaciones con certeza y no con ilusiones. Invita a identificar los orígenes de los errores mentales, intelectuales, de la razón, el poder imperativo y prohibitivo de los paradigmas, los mitos y las creencias. Dice Morin, el “conocimiento del conocimiento” debe aparecer como una necesidad primera que serviría de preparación para afrontar riesgos permanentes de error y de ilusión que no cesan de parasitar la mente humana. Se trata de armar cada mente en el combate vital para la lucidez.

Saber 2, “Los principios de un conocimiento pertinente”, destaca que el papel del conocimiento es apreciar el entorno y sus relaciones de forma integral y global, en el que el ser humano sea no sólo capaz de identificar los objetos, sino aprehender de ellos y de su lugar en el marco de la naturaleza. Morin motiva a los educadores a desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana, la cual no es otra que la ubicación de las informaciones en un sistema de interrelaciones que le dé sentido de pertenencia con el todo, pero que a la vez devele la profundidad y razón de ser de las partes.

Saber 3, “Enseñar la condición humana”, es una reflexión acerca de lo que es el hombre en su total dimensión: “El ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico”, expresa Morin, advirtiendo que en toda esa composición está dispersa en la educación a través de las disciplinas, impidiendo una verdadera unidad que permita reunir y organizar los conocimientos dispersos en las ciencias de la naturaleza, las ciencias humanas, la literatura, la filosofía, entre otras. La unión entre la unidad y la diversidad de todo, es lo que se traduce en la condición humana.

Saber 4, “Enseñar la identidad terrenal”, responde a la necesidad de que el hombre conozca su lugar en el universo. El ser humano del siglo XXI no podrá entender su realidad sólo comprendiendo su condición humana, sino interpretando, e internalizando la condición del mundo que hoy se muestra en una era planetaria, cuya fase actual es la mundialización. Se plantea la necesidad de un pensamiento policéntrico, que tenga la condición de un universalismo no abstracto, sino conciente de la unidad-diversidad de la condición humana. Un pensamiento que siendo alimentado por las culturas humanas respete sus límites individuales y profundice sus lazos comunicantes.

Saber 5, “Enfrentar la incertidumbre”, es un llamado a la educación, como sistema, a que se preocupe más por comprender el campo de las incertidumbres pero desde la óptica de la certeza; es decir, que el educador asuma la responsabilidad de generar estrategias alternativas ante los acontecimientos o hechos inesperados, muy a la par de poner en práctica el liderazgo transformacional para enfrentar con plenitud los cambios.

Saber 6, “Enseñar a comprender”, es la respuesta a la necesidad de que el ser humano aprecie con sus sentidos el conocimiento y no se quede en superficialidades. El diálogo es una vía expedita para que el hombre cultive su intelecto y comprenda la heterogeneidad y complejidad de su mundo. A pesar de existir, hoy más que nunca una profunda amplitud en el ámbito de la información y la comunicación, hay debilidad en la comprensión de los mensajes, por ello es preciso enseñar a comprender, a eliminar el egoísmo propio de los hombres y transmitir eficientemente el conocimiento, de ese modo se eleva la moral en las relaciones humanas y se superan los obstáculos propios de la condición de imperfección de los hombres.

Saber 7, “La ética del genero humano”, tiene explícita relación con el cumplimiento del deber de enseñar a comprender: la educación debe conducir a un proceso constante de interacción y comunicación entre el individuo-la sociedad-y la especie; cada ser humano, analizando a Morin, lleva en sí mismo esa triple realidad de la que debe ser consciente, remarcándose la condición de dos finalidades ético-políticas inherentes al hombre y a su circunstancia: una, el establecimiento de una relación de control mutuo entre la sociedad y los individuos, teniendo como estructura expedita el sistema democrático; y otra, concebir la condición humana como comunidad planetaria, en la cual ya no sólo es importante lo terrestre como influencia en el hombre, sino el universo como potencialidad compleja e incierta de nuevos escenarios humanos.

Morín (2002) plantea que “la reforma educativa ha de tener su mirada en la conciencia y civilidad planetarias, pues la sociedad-mundo precisa ética, derecho, política, conciencia. El papel de la educación será decisivo para abrirnos a la incertidumbre de los improbable y desarrollar el pensamiento nuevo que nos permita inclinar la balanza hacia la metamorfosis y evite la aniquilación, que fortaleza el poder de la comprensión y debilite el de la manipulación, que fortaleza la civilidad y la democracia” (p.70 )

Balza (2008) añade que para intentar describir y descubrir todas estas complejas conexiones epistémicas, se requiere ensayar una nueva arquitectura del pensamiento, un nuevo paradigma. Parafraseando al catedrático, un repensar que ayude a transformar el modo de pensar, percibir y valorar la realidad en sus múltiples manifestaciones, es decir, donde la comprensión integre y trascienda lo meramente explicativo”. Morín, por su parte, sostiene que la reforma educativa debe contribuir a formar un pensamiento vinculante, complejo, que supere la oposición de lo universal y lo concreto, de lo general y lo singular, de lo global y lo local.

Por otra parte, al intentar interpelar el planteamiento formulado por Tedesco, se parte del estado de conciencia que debe asumir el individuo para enfrentar los cambios y desafíos, producto de unos avances tecnológicos que han derivado en una “sociedad del conocimiento” o “sociedad de la información”, la que al mismo tiempo, ha dado paso a una nueva relación e interrelación social y productiva que supone más allá del aspecto técnico, cultural, político, económico, el debate filosófico, moral y ético, que sin lugar a dudas implica a la educación.
Tedesco toma como base de su propuesta dos pilares fundamentales para la educación del futuro, “aprender a aprender” y “aprender a vivir”, desprendidos del Informe Delors, con miras a generar una disertación en torno a la educación y las transformaciones sociales. Este debate salpica aspectos vinculados a la evolución del conocimiento, la producción en masa, los nuevos modelos de organización del trabajo, la redefinición de los espacios de participación ciudadana, la concentración de la riqueza, la identidad nacional y planetaria, la avalancha y saturación de información, las nuevas tecnologías, todo lo cual enfatiza las desigualdades sociales. En palabras del autor: “la sociedad actual muestra que la ruptura de los vínculos tradicionales de solidaridad provocada por el proceso de globalización ha generado nuevas formas de exclusión, de soledad y de marginalidad. Las formas de asociación y de expresión de algunos de estos sectores excluidos tienden a apoyarse en valores de intolerancia, de discriminación y de exacerbación de los particularismos”.

Este escenario lo vincula Tedesco al pilar “Aprender a vivir juntos” y hace énfasis en la cohesión social, la dimensión individual y colectiva, la necesidad de educarnos a lo largo de la vida, enseñar valores, los conocimientos basados en valores, en donde el hombre trascienda su rol y su papel para afianzar la relación con el otro sin excluirlo o explotarlo, posibilitando la reflexión y la criticidad, la solidaridad, el respeto, la tolerancia, la integración. Reflejado este pilar en los saberes que Morín plantea a través de “enseñar a comprender” y “la ética del género humano”. Tedesco señala que “no tenemos nada que nos una, porque los prejuicios se basan en la ignorancia”. Añade el pensador que el objetivo de vivir juntos constituye un objetivo de aprendizaje y un objetivo de política educativa. Intentar comprender esta situación constituye un paso necesario para brindar un soporte teórico sólido y un sentido organizador a la definición de líneas de acción para todos aquellos que trabajan por una sociedad más justa y solidaria.

Con relación al pilar “Aprender a aprender”, Tedesco sostiene que la educación ya no podrá estar dirigida a la transmisión de conocimientos y de informaciones sino a desarrollar la capacidad de producirlos y de utilizarlos. Por consiguiente, los cambios educativos deben propiciar el pensamiento reflexivo, la capacidad creadora, criterios para saber qué se hace, cómo se hace y para qué se hace, reorientar la relación alumno profesor, sin subestimar al docente, brindándole formación inicial y carrera docente, sin dejar a un lado los salarios y las aulas, siendo autónomo, responsable. Dice, además, que ningún sistema educativo es ideal, puesto que nadie está contento con la educación que tiene, de allí cada país ve con recelo a su vecino. Aunado a ello, el autor sostiene que la escuela debe enseñar el oficio de aprender, por tanto, desarrollar el metacurrículo, la metacognición, en donde se pueda elegir, elegir la vida.

Dilemas y retos que enfrenta el docente en la educación del siglo XXI

La entrada inminente del siglo XXI convocó la discusión y confrontación de diversos sectores entorno al papel que debía desempeñar la educación en la formación de los ciudadanos, con énfasis en comportamientos y valores de solidaridad, conciencia, paz, responsabilidad planetaria, respeto, desarrollo sustentable. Encontramos nuevos abordajes y conceptualizaciones de la educación vista como instrumento de cambio y transformación del pensamiento colectivo en aras de reformas educativas innovadoras.

Edgar Morín planteó en 1999 “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”; en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en 2002 se citaron los cuatro pilares de la educación descritos en el Informe Delors, sustentados en la educación al proporcionar habilidades para aprender a convivir, hacer, ser y vivir. Tedesco (2002) asume dos de esos pilares, específicamente Aprender a aprender y aprender a vivir juntos. Freire se adelantaba con su propuesta de educación liberadora y emancipadora. La UNESCO habla de educación de calidad al apoyar los derechos humanos, entre otros.
Tales planteamientos desembocan en el docente como pieza significativa y fundamental para cristalizar esas búsquedas, requiriendo un replanteo en su accionar desde la dimensión individual a la colectiva, por ello el docente para la nueva educación, los nuevos aprendices y las nuevas realidades locales y planetarias debe estar consciente de:
Optimizar su desempeño docente al aprender, desaprender y reaprender conocimientos y saberes en constante cambio que contribuyen a maximizar su potencial creador en el aula de clases y fuera de ella.

Focalizar su relación e interrelación con el alumno desde el ámbito individual, como miembro de una familia, una comunidad y ciudadano del mundo que aprende y repiensa lo sabido para hacerse más humano y competente.

Incentivar e impulsar su criticidad y reflexión autónoma frente al hecho educativo, las políticas educativas, los modelos educativos, gestionando el conocimiento y mediando nuevas formas de cooperación, solidaridad, participación, corresponsabilidad.
Reivindicar el arte de enseñar a través de su compromiso ético moral con el saber pedagógico al hacer énfasis en su revaloración personal y profesional.
Comprender la necesidad de plegar, desplegar y replegar su ontocreatividad a partir de elementos multiculturales y transdisciplinarios como confluencias de experiencias de aprendizajes.

En consecuencia, las reformas educativas que se vienen suscitando en el hemisferio y de manera particular en el país, producto de una nueva arquitectura del pensamiento y los saberes, exigen un cambio paradigmático en la concepción tradicional del ser docente, de su función pedagógica educativa como artífice de un sistema regulado por el Estado. Es por ello que Robalino Campos sostiene que “el docente formado para la enseñanza y no para el aprendizaje, para la transmisión y no para la comunicación, para la memorización y no para el razonamiento, reproduce lo que él mismo aprendió de sus profesores y vivió en la escuela normal, en la Facultad de Educación o en el instituto pedagógico”, por tanto, no es capaz ni muestra actitud e interés de incidir favorablemente en su ecosistema escolar.

En tal sentido, el docente está llamado a redefinir y desempeñar nuevos roles, destacando su vinculación e interrelación sincera, basada en el compromiso, con la familia, la comunidad, la escuela, las instituciones, la realidad circundante, más allá de instrumentar currículos prediseñados y acatar normas preestablecidas. La acción crítica, reflexiva y participativa del docente permitirá desplegar, entonces, una responsabilidad social significativa que construya efectivos lazos con su entorno escolar, los aprendizajes, sus alumnos, sus padres, los demás docentes. No obstante, cabe preguntarse si el docente como sujeto pensante asume el deber ético y moral de convertir su experiencia formadora en fuente permanente de crecimiento y “aportar desde su individualidad a la riqueza cultural del entorno”.

El Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe (PRELAC), aprobado por los Ministros de Educación en el año 2003, definió como uno de sus focos estratégicos el fortalecimiento del protagonismo de los docentes para atender las necesidades de aprendizaje de sus estudiantes, participar en los cambios y contribuir a transformar los sistemas educativos. De allí la exigencia de construir nuevos saberes de acuerdo a nuevas realidades, a los nuevos docentes y a los nuevos aprendices.

En este contexto, el Documento elaborado por el Grupo sobre Desempeño Docente que apoya a la OREALC, sostiene que el desempeño docente, desde una visión renovada e integral, puede entenderse como “el proceso de movilización de sus capacidades profesionales, su disposición personal y su responsabilidad social para: articular relaciones significativas entre los componentes que impactan la formación de los alumnos; participar en la gestión educativa; fortalecer una cultura institucional democrática, e intervenir en el diseño, implementación y evaluación de políticas educativas locales y nacionales, para promover en los estudiantes aprendizajes y desarrollo de competencias y habilidades para la vida”.

FUENTES BIBLIOGRAFICAS

BALZA, A. (2008). Educación, Investigación y Aprendizaje. Una Hermenéusis desde el Pensamiento Complejo y Transdisciplinario. Fondo Editorial Gremial APUNESR. San Juan de los Morros, Venezuela.

BRASLASVKY, Cecilia (2006). Diez factores para una educación de calidad para todos en el siglo XXI (2006). Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio, RINACE@uam España

ROBALINO Campos Magaly. Especialista Educación Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe, OREALC/UNESCO Santiago, Chile.

TEDESCO, J. (2003) Los pilares de la educación del futuro. En: Debates de educación (2003: Barcelona) [ponencia en línea]. Fundación Jaume Bofill; UOC. [Fecha de consulta: dd/mm/aa].
MORIN, E (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del fuuro. Publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - 7 place de Fontenoy - 75352 París 07 SP - Francia

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