miércoles, 14 de noviembre de 2007

Karl Popper:

CONTRA LAS GRANDES PALABRAS[1]
(Carta originalmente escrita sin intenciones de publicación)

PREFACIO. Hace unos catorce años recibí una carta de Herr Klauss Grossner, de quien no había oído hablar hasta entonces. Mencionaba a mi amigo Hans Albert y me pedía una entrevista escrita sobre el estado de la filosofía (la alemana). Estuve de acuerdo con gran parte del contenido de la carta y, aunque discrepaba en algunos aspectos, de todos modos me parecía que no valía la pena la discusión y, así, le respondí sus preguntas a pesar de mis reservas. En una siguiente correspondencia, Herr Grossner me pidió autorización para publicar, en un libro que él estaba preparando, aquellas partes de mi carta que aparecen aquí abajo. A pesar de nuevas dudas, le di la autorización, pero sólo para su libro: retuve todos mis derechos de autor y le hice énfasis en que la colaboración mía en ese libro no po-día ser reimpresa sin mi expreso consentimiento. Sin embargo, al poco tiempo apareció un extracto (con el excelente título “Contra las Grandes Palabras” [“Wieder die Großen Worte”]) en el semanario Die Zeit, sin mi permiso y sin mencionar mis derechos (en Alemania y Austria a menudo se violan considerablemente los derechos de autor). Dado que mi carta ha sido ya impresa dos veces en extractos y ha sido incorrectamente citada en muchas ocasiones, decidí reimprimir aquí la sección previamente publicada, sin hacerle enmienda alguna y no obstante su agresividad. Lo que escribí fue lo siguiente.
En respuesta a sus cuatro preguntas (o grupos de preguntas):
1. Comencé siendo socialista en la escuela secundaria, pero no encontré la escuela muy estimulante. La dejé a los 16 años y volví sólo para presentar los exámenes de ingreso a la universidad. A los 17 (1919) seguía siendo socialista, pero me había convertido en opositor de Marx (como resultado de ciertos encuentros con comunistas). Ulteriores experiencias (las de los burócratas) me hicieron intuir, aún antes de la llegada del fascismo, que el creciente poder de la maquinaria del estado constituye el peligro supremo para la libertad personal y que, por tanto, tenemos que mantenernos en combate contra esa maquinaria. Mi socialismo no era sólo una postura teórica: yo aprendí ebanistería y presenté examen de obrero calificado (en contraste con mis amigos socialistas intelectuales). Trabajé en hogares de niños. Fui maestro de primaria. Mucho antes de terminar mi primer libro (“Los Dos Problemas Fundamentales de la Epistemología”, no publicado sino en 1979), no tenía intención de ser profesor de Filosofía (La “Lógica de la Investigación Científica” se publicó en 1936 y para Navidad de 1936 vine a aceptar un nombramiento en Nueva Zelandia).
He mantenido muchas ideas e ideales de mi juventud socialista en mi vejez. En particular:
Todo intelectual tiene una responsabilidad muy especial. Tiene el privilegio y la oportunidad de estudiar. A cambio, él le debe a la sociedad el compromiso de representar los productos de su estudio en el modo más simple, claro y modesto que pueda. Lo peor que pueden hacer los intelectuales -el pecado capital- es intentar erigirse en grandes profetas por encima de los demás seres humanos e intentar impresionarlos con filosofías enredadas. Quien no puede hablar con sencillez y claridad debería quedarse callado hasta que pueda hacerlo.
Durante el Congreso de Filosofía en Viena, en 1968, fui invitado a dos programas de TV dedicados a discusiones entre filósofos y me sorprendí al encontrar a Bloch entre ellos. Tuvimos algunos desacuerdos insignificantes (dije, con toda sinceridad, que soy demasiado torpe para entender la forma en que él se expresa). Al término de la discusión, el moderador, Dr. Wolfgang Kraus, nos dijo: ‘dígannos por favor, en una frase, lo que en opinión de ustedes más se necesita’. Yo fui el único en dar una respuesta breve: ‘más bien, más modestia intelectual’.
Soy antimarxista y liberal. Pero admito que tanto Marx como Lenin escribieron de una manera simple y directa. ¿Qué habrían dicho ellos de la pomposidad de los neo-Dialécticos? Habrían usado términos más asperos que el de ‘pomposidad’ (en mi opinión, el libro de Lenin contra el empirio-criticismo es excelente).
En respuesta a su pregunta acerca de los problemas sociales que subyacen en mis trabajos:
Todos mis trabajos filosóficos están conectados con problemas no filosóficos. Escribí sobre esto en 1952 (ver Conjeturas y Refutaciones p. 72): ‘los genuinos problemas filosóficos están enraizados en urgentes problemas ubicados más allá de la filosofía y mueren si decaen esas raices’. Y cité ejemplos de áreas en las cuales se enraizan los problemas: política, vida social, religión, cosmología, matemática, ciencias naturales e historia. Una descripción de estas ‘raices’ de mi ‘Lógica de la Investigación Científica’ puede verse en el capítulo 1, pp. 33-38, de “Conjeturas y Refutaciones” (esta obra no ha sido todavía traducida al alemán, porque no consigo un buen traductor; envío [para Ud.] una copia por correo).
Para “La Pobreza del Historicismo” vea por favor mi dedicatoria en ese libro (p. v), al final de mi prefacio a la edición alemana (el último párrafo de la p. viii hasta el final de la p. ix).
Para la “Lógica de la Invetigación Científica” vea por favor la primera página de la introducción de la tercera edición alemana (p. 25).
2. Volveré sobre esto más adelante.
3. Para este momento estoy trabajando en mis colaboraciones a un volumen de la ‘Biblioteca de Filósofos Vivos’, editada por Paul Arthur Schilpp (creo que algunos de estos volúmenes también han aparecido en Alemania, incluyendo el de Einstein). El volumen en el que trabajo se llama “La Filosofía de Karl Popper” y contiene (a) una -así llamada- ‘Autobiografía Intelectual’, (b) artículos críticos en torno a veinticinco personajes (incluyendo algunos científicos así como filósofos) y (c) mis respuestas.
Mis escritos corrientes están ampliamente dedicados a la lucha contra el irracionalismo y subjetivismo en Física y en otras ciencias, especialmente las sociales. Mis trabajos son, como siempre, intentos por formular problemas complejos con la mayor precisión posible tratando luego de resolverlos (aún mis trabajos científicos, lógicos -por ejemplo, sobre Física- son intentos por resolver problemas que se conectan con nuestros males sociales y políticos).
También retomo una y otra vez problemas que ya he resuelto hace muchos años, unas veces para fijar la solución, por ejemplo, otras veces para identificar los nuevos problemas que surgen de la solución sugerida o para establecer nuevas vinculaciones. He aquí una lista de esos problemas:
El problema de la demarcación: ciencia/no ciencia, racionalidad/irracionalidad.
El problema de la Inducción en todas sus formas, incluyendo el problema de las propensiones, los universales y la ‘esencia’; el problema de la definición (la imposibilidad de la definición de los postulados y la naturaleza ‘no esencialista’ de toda definición).
El problema del realismo (contra el positivismo); la metodología de las ciencias naturales y las humanidades.
El rol de los problemas y de las situaciones problemáticas en las ciencias sociales y en la historia. El problema de la solución general de problemas.
Problemas de la objetividad: la teoría de la verdad de Tarski; contenido de verdad, aproximación a la verdad. La objetividad en lógica matemática (teoría de la deducción), teoría de la probabilidad. La probabilidad en Física. El problema del tiempo y de la dirección del tiempo.
El estado de la teoría de la selección natural de Darwin: mejoramiento de la teoría de la selección natural (explicación selectiva de las tendencias de desarrollo). Lenguaje humano y subdesarrollo. El lenguaje de las insinuaciones políticas.
Indeterminismo y selección. Teoría del ‘tercer mundo’ y de los valores lógicos y no lógicos.
El problema mente-cuerpo: una gran cantidad de problemas históricos, especialmente acerca de la historia de las teorías (desde Hesíodo y los presocráticos directamente hasta la teoría cuántica).
Esta es un larga lista (la cual será en parte incomprensible a cualquiera que no conozca mi trabajo). Con todo, he omitido muchos y aún continúo trabajando en éstos y en otros problemas.
4. Nunca, según creo, he escrito una palabra sobre Marcuse. A mi modo de ver, es insustancial verse envuelto en esa diatriba (vease el punto 2 abajo. ¡Una ciénaga!).
Si recuerdo bien, conocí a Marcuse en 1916 en California (aunque estuvimos al mismo tiempo en Harvard en 1950), pero no discutimos nada. De Marcuse tengo la misma opinión que tiene mi amigo y colega Cranston.
Ya escribí sobre el esteticismo en el capítulo 9 del volumen 1 de “La Sociedad Abierta y sus Enemigos” (cuya traducción alemana es, lamentablemente, pobre. Véase el epígrafe de Roger Martin du Gard). En conjunto, Marcuse simplemente repite lo que dice Mourlan en du Gard. Mi crítica puede verse en el capítulo 9 de “La Sociedad Abierta”. Desde luego, escribí esa crítica mucho antes de que Marcuse adoptara su actual postura (`filosofía negativa’) y du Gard ya había publicado su libro en 1936-40.
A mi modo de ver, la diferencia entre los idealistas del fascismo y Marcuse es casi insignificante.
Ahora vuelvo a su pregunta número 2.
2. Este grupo de preguntas en su carta abarca un gran ámbito. Debo comenzar con mi teoría epistemológica.
Dice usted que leyó mis trabajos; pero, por favor, dele otro vistazo a mi Segunda Tesis en la p. 103 del libro de Adorno sobre La Disputa Positivista. La tesis de que no sabemos nada es fuertemente intencionada. Es importante nunca olvidar nuestra ignorancia. Nunca, por tanto, deberíamos pretender saber algo y nunca debe-ríamos usar palabras grandilocuentes.
Lo que antes llamé ‘pecado capital’ (punto 1), -la presuntuosidad de los medianamente educados- es simplemente lanzar palabras al aire profesando una sabiduría que no se posee. La receta consiste en tautologías y trivialidades condimentadas con paradójicos disparates. Otra receta es: escriba alguna pomposidad escasamente comprensible y añada trivialidades de vez en cuando. Esto lo disfrutará el lector, quien se sentirá lisonjeado por encontrar en un libro tan ‘profundo’ pensamientos que él ya tuvo alguna vez (cualquiera puede ver en estos días que las nuevas ropas del emperador están de moda).
Cuando un estudiante llega a la universidad, no sabe qué criterios aplicar y, así, adopta los que encuentre. Y como los estándares intelectuales en la mayoría de los departamentos de Filosofía (y especialmente de Sociología) permiten la pomposidad y el presunto conocimiento (toda esta gente parece saber muchísimo), aún las mejores inteligencias quedan desviadas. Y aquellos estudiantes que son irritados por los falsos supuestos de la filosofía ‘dominante’ se convierten en oponentes de la filosofía y con razón. Entonces ellos creen, equivocadamente, que tales supuestos son los de la ‘clase dominante’ y que una filosofía influida por Marx sería mejor. Pero el disparate de la moderna izquierda es aún peor que el de la moderna derecha.
¿Qué han aprendido los neo-Dialécticos? No han aprendido lo difícil que es resolver problemas y acercarse a la verdad. Sólo han aprendido a ahogar a los demás seres humanos en un mar de palabras.
En consecuencia, no me gusta discutir con esas personas: no tienen estándares.
Tal vez le interese saber que durante todo el período de agitación estudiantil, en mi departamento (de Filosofía, Lógica y Método Científico) en la London School of Economics no hemos tenido hasta ahora sino un solo estudiante revolucionario. Y él ha tenido tanta oportunidad de expresar sus puntos de vista que no tiene motivos de queja. Mis colegas del departamento y yo nunca hemos enseñado en forma autoritaria o dogmática. Siempre (desde que me encargué del departamento en 1946) se les pidió a nuestros estudiantes que interrumpieran las conferencias cuando no entendieran algo o cuando no estuvieran de acuerdo; y nunca fueron tratados condescendientemente. Nunca nos hemos mostrado como grandes pensadores. Hago insistentemente énfasis en que no quiero convertir a nadie: simplemente planteo problemas y soluciones tentativas ante los estudiantes. Por supuesto, aclaro muy bien cuál es mi posición, qué me parece correcto y qué creo que es falso.
Así, no propongo ninguna doctrina filosófica ni ninguna revelación (a diferencia de todos lo que usted menciona en su carta con la excepción de Hans Albert). Más bien, pongo por delante problemas y soluciones tentativas y éstas son examinadas críticamente.
Esto arroja alguna luz sobre la gran diferencia que me separa de los otros filósofos que usted menciona. Muy pocos de ellos resuelven problemas. Dudo al decirlo, pero creo haber resuelto una cadena completa de problemas filosóficos realmente fundamentales, como por ejemplo el de la inducción (estas soluciones tentativas han producido, como siempre, nuevos y fértiles problemas).
Aunque he tenido un éxito en gran medida inmerecido, se suele pasar por alto el hecho de que he resuelto problemas (Hans Albert es la gran excepción en Alemania). La mayoría de los filósofos son incapaces de reconocer un problema o una solución, aún cuando les salten a la vista: tales cosas simplemente caen fuera de su campo de interés.
No quiero discutir los trabajos de estos filósofos. Hacerlo sería (como dijo una vez mi amigo Karl Menger) hundirse tras de ellos, espada en mano, en la ciénaga en que ya ellos chapotean, sólo para hundirse junto con ellos (Hans Albert corrió ese riesgo sin haberse hundido todavía). En vez de criticarlos, trato de sentar nuevos y mejores estándares discutiendo soluciones a problemas. Tal vez esto suene arrogante. Sin embargo, me parece la única vía correcta de acción. Esto explica por qué jamás publiqué ni una palabra sobre Marcuse ni sobre Ha-bermas (hasta la aparición de mi carta en el Times Literary Supplement el 26 de marzo de 1970, de la cual le estoy enviando una copia).
La tesis básica de Adorno y Habermas en “La Disputa Positivista” es la afirmación (hecha por Mannheim) de que el conocimiento factual y los juicios de valor en sociología están indisoluble-mente vinculados. Traté todo ese tópico en mi crítica de Mannheim [La Sociedad Abierta, vol. 2, La Pobreza del Historicismo; también la Disputa Positivista, desde el último párrafo anterior a la 11a. tesis hasta la 13a. tesis], en la cual trato de probar no la falsedad, sino más bien la trivialidad e irrelevancia de la sociología del conocimiento de Mannheim. Mis opositores sólamente repiten la tesis de Mannheim una y otra vez, en viejas o nuevas palabras, en lugar de proveer una discusión seria de mis planteamientos. Claramente, esto no responde a mis críticas.
Vuelvo ahora a un nuevo punto, que se relaciona con su diccionario filosófico (en el artículo suyo), y en el cual critico ese diccionario.
5. Nunca polemizo acerca de las palabras. Pero las expresiones ‘Positivismo’ y ‘Neo-Positivismo’, que han sido introducidas en este debate por Habermas, tienen una historia casi risible.
a) Positivismo: la expresión fue introducida por Comte. Originalmente denotaba la siguiente posición epistemológica: existe un conocimiento positivo, es decir, no hipotético. Este conocimiento positivo debe ser establecido como punto de partida y como base.
b) Positivismo moral y jurídico: los críticos de Hegel (incluyéndome a mí mismo, por ejemplo, en La Sociedad Abierta) han argumentado que la teoría hegeliana según la que ‘todo lo que es razonable es real’ es una forma de positivismo: los valores legales y morales (la justicia, por ejemplo) son sustituidos por hechos positivos (costumbres y leyes prevalecientes. Es precisa-mente esta conbinación hegeliana de hechos y valores lo que todavía obsesiona a Habermas: son los restos de este positivismo lo que le impide distinguir lo normativo de lo factual). La mezcla positivista de valores (normas) y hechos es una consecuencia de la epistemología hegeliana; más aún, un positivista epistemológico consistente tiene que ser también un positivista moral y jurídico. Esto significa, como expliqué en La Sociedad Abierta, que:
Derecho = Poder
O, también, que:
Poder de Hoy = Derecho
Una posición que rechazo firmemente es el futurismo moral:
Poder de Mañana = Derecho
c) El Positivismo de Ernst Mach: Mach y luego Bertrand Russell aceptaron el sensacionismo de Berkeley en algunos de sus trabajos:
esse = percipi,
(N. del T.: "existir = ser percibido")
es decir, en términos generales: no existe otra cosa que las sensaciones. Ellos combinaron esto con el positivismo de Comte: el Conocimiento consiste en descripciones de hechos (y no en explicaciones e hipótesis).
d) El ‘Positivismo Lógico’ del Círculo Viena combinó el positivismo de Mach y Russell con la filosofía ‘logicista’ de la matemática de Russell (a esto se le llamó entonces, y se le suele llamar ahora, ‘Nuevo Positivismo’).
e) Me toca a mí ahora.
He argumentado contra toda forma de positivismo, estando tanto en Viena, 1930-7, como en Inglaterra, 1935-6.
En 1934 publiqué la “Lógica de la Investigación Científica”. Fue una crítica al positivismo. Pero Schlick y Frank, los lideres del Círculo de Viena, fueron tan tolerantes que aceptaron el libro para una serie que estaban editando.
Uno de los resultados de esta tolerancia fue que todo el que apenas ojeó este libro me tomó por positivista.
Esto terminó en un mito ampliamente creído: Popper, el Positivista. Este mito fue perpetrado en incontables discursos, en notas de pie de página y en cláusulas subordinadas. Una vez que alguien ha ‘aprendido’por esa vía que yo soy positivista, y una vez que se ha comprometido públicamente con esta opinión, trata entonces de alterar posteriormente el concepto de positivismo para que me pueda ser aplicado. Esto ha sucedido ya de vez en cuando, especialmente con gente que, o no ha leido mis libros en absoluto, o sólo los ha leido muy superficialmente. Todo esto carece relativamente de importancia, ya que sólo es cuestión de palabras (‘Positivismo’) y yo no peleo por palabras.
Sin embargo, mi posición no podría estar más alejada del positivismo (el único parecido es que me intereso mucho en Física y en Biología, mientras que los hermenéuticos no tienen el más mínimo interés en ninguna de las ciencias naturales). En particular, soy:
-anti-inductivista
-anti-sensacionista
-campeón de la primacía de lo teórico y lo hipotético
-realista.
Mi epistemología implica que las ciencias naturales no comienzan con ‘mediciones’, sino con grandes ideas y que el progreso científico no consiste en acumulación ni clarificación de hechos, sino en ideas intrépidas y revolucionarias, que entonces son sometidas a aguda crítica y examen.
En lo concerniente a las Ciencias Sociales, hago énfasis en un enfoque práctico: el combate a los males, al sufrimiento evitable y a las evitables carencias de libertad (en contraste con las promesas de un paraíso en la tierra). En el área de las Ciencias Sociales lucho contra el hábito de falsificar las cosas.
En realidad, mi posición se halla tan divorciada del positivismo como lo está (por ejemplo) la de Gadamer.
Mire, yo descubrí -y esa es la base de mi crítica al positivismo- que las Ciencias Naturales no proceden de un modo positivista, sino que en general emplean un método que funciona con ‘prejuicios’. Pero, en lo posible, usan nuevos prejuicios, prejuicios que puedan ser criticados y sometidos a crítica severa (véase al respecto la “Lógica de la Investigación Científica”, 1934, publicada primero en inglés). He usado la palabra ‘prejuicio’ en este sentido y he mostrado que Bacon, quien denunció los prejuicios, malinterpretó el método de las ciencias naturales; véase mi opúsculo “Sobre las Fuentes del Conocimiento y la Ignorancia”, 1960, reimpreso en mi antología “Conjeturas y Refutaciones”, especialmente la p. 14.
En consecuencia, lo que me separa de Gadamer es una mejor comprensión del ‘método’ de las ciencias naturales, una teoría lógica de la verdad y una actitud crítica. Pero mi teoría es tan antipositivista como la de él y he mostrado, además, que la interpretación textual (hermenéutica) emplea métodos genuinamente científicos. Además, mi crítica al positivismo fue asombrosamente exitosa. Luego de muchos años esto fue ampliamente aceptado por los miembros del Círculo de Viena sobrevivientes; tal es el caso de John Passmore, historiador de la filosofía, quien llegó a escribir: ‘El positivismo está tan muerto como ningún otro movimiento filosófico pudo haberlo estado’.
No pienso mucho en palabras y nombres. Pero el término ‘(Neo)Positivismo’ no es más que un síntoma del extendido hábito de criticar antes de leer. Debo aclarar esto a propósito de su diccionario filosófico. No trabajo con personas que discuten cosas en términos de este tipo de estribillos o etiquetas. Véase el comentario a Menger, arriba. Esto sólo conduce al infinito lodazal de los debates escolásticos acerca de las palabras. Por mi parte, pienso hacer mejor uso de mi tiempo, estudiando problemas más urgentes (la tarea de leer y refutar la “Lógica de la Investigación Científica” parece haber recaido sobre Herr Wellmer, ya que los demás miembros de la Escuela de Frankfurt no tuvieron tiempo para ello; en manos suyas, la “Verdad y Método” de Gadamer se convierte en la antítesis de la epistemología y la metodología. Pero nunca las cosas encajan unas con otras).
Adorno y Habermas están todo menos claros en su crítica a mi posición. En pocas palabras, creen que, como mi epistemología es (creen ellos) positivista, eso me fuerza a defender el status quo social. Dicho de otro modo, mi (supuesta) epistemología positivista me obliga a aceptar un positivismo moral y jurídico (lo cual constituyó precisamente mi crítica a Hegel). Lamentablemente, pasaron por alto el hecho de que, aunque ciertamente soy liberal (no revolucionario), mi teoría epistemológica es una teoría del crecimiento del conocimiento a través de revoluciones intelectuales y científicas (o a través de nuevas y grandes ideas).
Adorno y Habermas ignoran lo que están criticando e ignoran, además, que su propia teoría de la conexión analíticamente indisoluble entre valores y hechos es un positivismo moral y jurídico derivado de Hegel.
Resumen del libro sobre la llamada ‘Disputa Positivista’
Este libro se halla navegando con una bandera que no le toca. Mi artículo, que fue el primero tanto en tiempo como en estructura lógica y que realmente suscitó la elaboración de todos los demás artículos, tuvo la intención de ser la base para una discusión. Consistía en ventisiete tesis formuladas claramente y con precisión, que habrían de ser discutidas. No obstante, mis tesis apenas si se mencionan en el curso de ese largo libro y mi artículo, colocado en el medio, quedó ahogado en un mar de palabras. Ninguna reseña ha mencionado que mis tesis y argumentos hubieran sido respondidos alguna vez. El método (a falta de argumentos, torrente de palabras) tuvo éxito y mis tesis y argumentos ahogados, han sido olvidados.
Pero todo esto (o sea, toda la ‘Disputa Positivista’) simplemente ha andado sobre un terreno muy poco confiable y su insignificancia es casi grotesca.
Resumen global
Aunque casi siempre trabajo sobre problemas científicos estrictamente definidos, hay un reto que de ordinario recorre toda mi obra: el estar siempre a favor del argumento crítico, contra las palabras vacías y contra la presuntuosidad e inmodestia intelectual y contra la traición de los intelectuales, como lo llamó Julien Brenda (ver la 4a. y 5a. ediciones inglesas de “La Sociedad Abierta”, vol. II, p. 393). Estoy convencido de que nosotros, los intelectuales, somos responsables de casi todas las miserias, ya que no nos esforzamos lo suficiente en ser intelectualmente honestos (por tanto, es probable que al final triunfe el anti-intelectualismo más testarudo). En “La Sociedad Abierta” repito esto en cientos de ataques diferentes a los falsos profetas y en esto no tengo pelos en la lengua. Hice, por ejemplo, un par de breves comentarios muy ásperos acerca de Jaspers y Heidegger (ver índice de nombres en “La Sociedad Abierta”, vol. II, ediciones inglesa y alemana).
Parece que a Ud. le gustaría conocer mis razones para rehusarme a discutir con el Prof. Habermas.
He aquí mis razones: (1) las citas del Prof. Habermas desde el principio de su postscriptum al debate entre Popper y Adorno, en la ‘Disputa Positivista’ (nota bene: nunca publiqué una sola palabra sobre Adorno ni Habermas hasta el 26 de marzo de 1970) y (2) mis propias traducciones. Muchos lectores pensarán que fallé en traducir adecuadamente el original. Tal vez estén en lo cierto. Soy un traductor razonablemente experto, pero quizás demasiado estúpido para ese trabajo. Sea como fuere, hice todo lo que pude:
To the original I feel
I must appeal,
And render faithfully the holy text
In my beloved German next
(N.T: Goethe, Fausto; traducción de Popper del original alemán)
No es propósito de mi traducción evitar palabras extranjeras, siempre que tengan un significado claro (cooperación = trabajo de grupo, antagonismo = oposición). Más bien, lo único que me interesa es poner en claro, tanto como sea posible, el contenido informacional -algo exiguo- de cada frase, aunque ello implique una traducción más larga que el original.
Habermas comienza con una cita de Adorno, a quien aplaude (p. 155):

CITAS DEL ENSAYO DE HABERMAS
MI ‘TRADUCCIÓN’
La totalidad social no llega a ninguna vida por sí misma, por encima de los elementos que ella une y de los cuales ella misma se compone

La sociedad consiste en conexiones sociales.
Ella se produce y reproduce a sí misma a través de sus elementos individuales.

Estas diferentes conexiones de algún modo producen la sociedad.
Ya no sigue siendo posible separar esta totalidad de la vida, de la cooperación y del antagonismo de sus elementos
Entre esas conexiones se hallan la cooperación y el antagonismo. Y, dado que (como se afirmó antes), la sociedad consiste de esas conexiones, la misma no puede ser separada de ellas.

Ninguno de sus elementos puede ser concebido simplemente en términos de sus funciones, sin una consideración del todo, cuya esencia es inherente al movimiento de cada una de las entidades individuales mismas.

Pero lo contrario es también cierto: ninguna de las conexiones puede ser concebida sin las otras.

El sistema y la entidad individual son recíprocos y sólo pueden ser concebidos en su reciprocidad.
(Repetición de lo anterior).

(Nota: la doctrina aquí presentada sobre la unidad ha sido expresada innumerables veces y, con bastante frecuencia, mejor que aquí; pero las palabras resultan cada vez más altisonantes).

Ahora el mismo Prof. Habermas escribe:

Adorno concibe la sociedad en términos de categorías, las cuales no niegan su procedencia de la lógica de Hegel.

Adorno usa una terminología que recuerda a Hegel.

El ve la sociedad como una totalidad en sentido estrictamente dialéctico, que prohíbe la comprensión del todo en términos de la afirmación de que éste es más que la suma de sus partes
.
Esa es la razón por la cual (sic) él no afirma que el todo es más que la suma de sus partes.

Ni tampoco la totalidad es una clase cuyos parámetros lógicos puedan ser determinados mediante un amalgamiento de todos los elementos constituyentes.
Ni tampoco la totalidad es (sic) una clase de elementos.


Y así sucesivamente. Por ejemplo, más adelante en la misma página encontramos:

Las teorías son esquemas de ordenamiento que podemos construir como querramos dentro de un marco de trabajo sintácticamente limitante.

Las teorías deberían ser construidas sin reglas gramaticales. Aparte de eso, uno puede decir allí cualquier cosa que a uno le guste.
Estas teorías prueban su utilidad en algún dominio particular de objetos si satisfacen su diversidad real.
Las teorías pueden ser aplicadas a un campo específico, mientras resulten aplicables.


Lamentablemente, muchos sociólogos, filósofos, et. al., tradicionalmente se interesan, como trabajo profesional, en el ilusorio juego de hacer complejo lo que es simple y de hacer difícil lo que es trivial. Es lo que han aprendido a hacer y enseñan a los demás a hacer lo mismo. Al respecto no hay nada que hacer. Ni Fausto pudo cambiar las cosas. Por ahora hasta nuestros mismos oídos se han deformado, de modo que no pueden oir más que palabras grandilocuentes.
‘Men do believe, if they hear words,
There must be thoughts to go with them.’
(N.T: Traducción de Popper del original alemán)
Es por eso que Goethe sigue hablando del gran poder oculto que tiene este conocimiento mágico:
‘But if you can’t think,
Just give me a wink,
And I give it to you for nothing’
(N.T: Traducción de Popper del original alemán).
Como ya Ud. sabe, soy opositor de Marx. Pero entre tantos de sus comentarios que yo admiro está el siguiente: ‘La Dialéctica en su forma mistificada se convirtió en la moda alemana...’ Y aún es así.
Esta es mi excusa para no participar del debate en cuestión, prefiriendo trabajar en formular mis ideas con tanta sencillez como sea posible. Esto no suele ser fácil.
NOTA (1984)
La cita de Marx (al final de mi carta) está tomada de “Das Kapital”, 2a. edición, 1872, p. 822. Antes, en esa misma página, Marx había escrito: `Critiqué el aspecto mistificador de la dialéctica hegeliana hace casi 30 años, cuando todavía estaba de moda’.
Marx no llegó a sospechar que esa moda podía perdurar, tal vez para siempre.



[1] Popper, K. (1984): Contra las Grandes Palabras ("Against Big Words"), en Popper, K. (1992): In Search of a Better World. Lectures and Essays from Thirty years. London/NY: Routledge (Traduccion: José Padrón G.)

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